domingo, 3 de junio de 2018

El primer requisito: la inocencia



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     El haiku debe ser sencillo; esta es su primera condición. La sencillez le es tan esencial como la brevedad de su forma métrica. El haiku es una impresión fácil de comunicar por medio de unas palabras fáciles de comprender. Un haiku no es un hermético arcano; no es un enigma dentro de un enigma.

     Deberíamos presentarnos ante cada nuevo haiku como los más simples de los lectores que haya tenido ese haiku, pero con el orgullo de que así -carentes de recursos intelectuales o de formación- somos la medida exacta del haiku.

     Un haiku que no sea sencillo es una pura exhibición, un alarde del "yo" del poeta que opaca la realidad que tiene la obligación de trasparentar. El haiku es patrimonio de los corazones descomplicados. Solo los verdaderos poetas y los niños -únicamente los que sienten en carne viva- son capaces de ver el mundo; los demás estamos desahuciados. El mundo nos niega su seno. Parece que estamos, pero no estamos. Porque "estar" es una meta final, un proyecto, no un punto de partida, como hasta ahora habíamos creído.


      Aware: cualquier clase de emoción profunda que lo exterior provoque en nosotros.

     Lo que despierta nuestro aware es algo que nos impacta hondamente porque está ahí, porque ha llegado a ser y su existencia ha reclamado nuestra atención [...] Lo que nos produce aware es lo que se lo causaría a cualquier miembro de la especie humana que estuviera presente y no tuviera completamente distorsionados sus sentidos corporales. Así, cuando un poeta de haiku dice aware no puede interpretarse como "¡qué sensible soy!", sino más bien como "¡qué agradecido estoy por haber estado presente!".

     El aware que sentimos no es solo el permiso que te da el mundo para escribir un haiku sobre eso que presenciaste; también es una responsabilidad. Porque, una vez que lo sientes y conoces que existe una vía de expresión como el haiku para hacerles llegar a otros esa emoción, entonces, al menos en Japón, no tienes excusa si no lo haces. Tu haiku puede ser mejor o peor [...], no importa. Pero no tienes derecho a bloquear el fluir del asombro hacia tus congéneres.

     El camino del haiku (haiku-dô) no es una "devoción privada" sino algo que nos obliga a realizar un trabajo en nuestra sociedad. La lógica social del japonés es que, o trascendemos todos, o aquí no trasciende nadie.





Kare-eda ya omikuji hitotsu kaze ni yure


Un solo lazo de papel votivo
en una rama seca
movida por el viento


Tsuji Mitsuhiro



      Aparentemente, este haiku no dice gran cosa; pero veámoslo con calma, aquietemos nuestro corazón para paladearlo sin prisas... Los japoneses, en ocasiones, cuando van a visitar un monasterio, compran un papel en el que escriben un deseo, o tal vez lo han comprado en el mismo monasterio -eso se llama omikuji-, y lo atan a un árbol de hoja permanente (porque el verdor es signo de que lo sagrado, que es vida, palpita en él). Este es el contexto del haiku que antecede. En ese contexto, y en el lugar en que nos ubica, el poeta ha visto algo fuera de lo normal: en una de las ramas de uno de los árboles, hay un solo lazo de papel votivo, y la razón bien puede ser que ni siquiera sea un árbol consagrado. Puede ser que se refiera a un árbol en el exterior del recinto del monasterio en el que alguien, atolondrado, antes de volverse a su casa deja amarrado su deseo. Tal vez alguien -un niño, un extranjero- que no sabía que debía atarlo a uno de los árboles del centro del recinto, o alguien a quien le gusta la soledad, o que no acaba de creer en la eficacia de estas cosas. Las razones de un aware (emoción profunda) carecen por completo de importancia para el poeta. Lo que importa es el aware en sí mismo. Y un árbol con un solo deseo atado, un árbol con las ramas secas, un árbol fuera del recinto sagrado, un árbol engalanado únicamente por la distracción o la indiferencia de alguien que no ha sabido hacer bien las cosas, así tal como está, mece su ramas al viento. Y todo japonés que lea este haiku te dirá que tiene sabor de wabi-sabi, de sensación de íntima unión con el mundo a través de esa belleza honda suya que uno ha sido capaz de sentir.


"Aware", Vicente Haya. Editorial Kairos.








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