miércoles, 5 de septiembre de 2018

Mi pequeño jardín




Era como si estuviera esperando a que lloviera felicidad y regara todos los campos; como si, cada mañana, al levantar la persiana, algo en su interior necesitara bailar un tango con el universo...





      Las compañías del verano pasaron y ahora únicamente quedaba su reflejo en el espejo. A solas consigo mismo. Ese reflejo curioso, que no lo reflejaba todo. Siempre había sentido que faltaba algo ahí, escondido a los ojos, oculto al entorno, pero importante de verdad...

      “Nos volvemos a Barcelona” -dice ella sonriente. “Ya no hacemos falta como antes, pero tenemos cosas pendientes”.
      Cada persona es un mundo; cada persona y su entorno familiar. ¿Y la soledad? ¿Qué me decís de ella? Hay quien la aprecia. Hay quien huye de su presencia como si de la peste se tratara.



      Llevo dos meses y medio sin conectar el televisor, rodeado de gente, pero solo, en mi casa. No me apetece hablar mucho con mi entorno. No me apetece dar explicaciones sobre mi vida. A nadie más que a mí me compete; a mí y a quien vaya a compartirla conmigo. Es todo un poco extraño, como cambiar una planta de maceta. Primero hay que preparar la tierra. Después sacar la planta con cuidado de no dañar las raíces (la raíz de la vida es lo que más importa). Después toca abrir un hueco suficiente e introducir la planta en la nueva maceta, a poder ser más grande que el anterior. Ponerla en un lugar apropiado y regarla bien. Que le dé el sol para que pueda echar nuevos brotes. Que su medio sea adecuado, rico en nutrientes (todos los que necesita). A veces se trata de dos plantas a la vez. Otras veces incluso más: dos plantas que han convivido en el mismo tiesto las tenemos que separar y, tal vez, juntar alguna de ellas con otra planta nueva -o con un conjunto de plantas- para convivir en el mismo lugar. Se multiplican entonces los cuidados y las necesidades. Un buen jardinero tiene esos detalles en cuenta y siempre tiene mucha paciencia. No es él quien marca los tiempos, sino las estaciones. La tierra girando alrededor del sol, creando el discurrir de los días. Un buen jardinero siempre tiene confianza en la vida que anima sus plantas y recorre sus propias manos, y las pone a trabajar conforme a lo que requiere el momento, insertando su acción en la corriente que mueve todo. Y, aparentemente, las plantas crecen solas, se elevan silenciosas hacia la luz. Entonces, cuando llega la primareva, las flores florecen por sí mismas, y él las contempla feliz y disfruta sus aromas...

      La vida no es tan complicada, tal vez, si no empujamos en contra de la corriente que nos lleva. La desesperación parte de no entender nada del mundo de las flores. Ellas nos lo enseñan todo. Lo que hay que hacer y lo que no.



“La rosa florece sin ningún porqué”
Sólo florece, y no hay nada en el universo que lo pueda impedir.
¿Bailas conmigo?






Cambiemos las reglas de todo...