Era como si estuviera esperando a que lloviera felicidad y regara todos los campos; como si, cada mañana, al levantar la persiana, algo en su interior necesitara bailar un tango con el universo...
Las compañías del verano pasaron y
ahora únicamente quedaba su reflejo en el espejo. A solas consigo
mismo. Ese reflejo curioso, que no lo reflejaba todo. Siempre había
sentido que faltaba algo ahí, escondido a los ojos, oculto al
entorno, pero importante de verdad...
“Nos volvemos a Barcelona” -dice
ella sonriente. “Ya no hacemos falta como antes, pero tenemos cosas
pendientes”.
Cada persona es un mundo; cada persona
y su entorno familiar. ¿Y la soledad? ¿Qué me decís de ella? Hay
quien la aprecia. Hay quien huye de su presencia como si de la peste
se tratara.
Llevo dos meses y medio sin conectar el
televisor, rodeado de gente, pero solo, en mi casa. No me apetece
hablar mucho con mi entorno. No me apetece dar explicaciones sobre mi
vida. A nadie más que a mí me compete; a mí y a quien vaya a
compartirla conmigo. Es todo un poco extraño, como cambiar una
planta de maceta. Primero hay que preparar la tierra. Después sacar
la planta con cuidado de no dañar las raíces (la raíz de la vida
es lo que más importa). Después toca abrir un hueco suficiente e
introducir la planta en la nueva maceta, a poder ser más grande que
el anterior. Ponerla en un lugar apropiado y regarla bien. Que le dé
el sol para que pueda echar nuevos brotes. Que su medio sea adecuado,
rico en nutrientes (todos los que necesita). A veces se trata de dos
plantas a la vez. Otras veces incluso más: dos plantas que han
convivido en el mismo tiesto las tenemos que separar y, tal vez,
juntar alguna de ellas con otra planta nueva -o con un conjunto de
plantas- para convivir en el mismo lugar. Se multiplican entonces los
cuidados y las necesidades. Un buen jardinero tiene esos detalles en
cuenta y siempre tiene mucha paciencia. No es él quien marca los
tiempos, sino las estaciones. La tierra girando alrededor del sol,
creando el discurrir de los días. Un buen jardinero siempre tiene
confianza en la vida que anima sus plantas y recorre sus propias
manos, y las pone a trabajar conforme a lo que requiere el momento,
insertando su acción en la corriente que mueve todo. Y,
aparentemente, las plantas crecen solas, se elevan silenciosas hacia
la luz. Entonces, cuando llega la primareva, las flores florecen por sí
mismas, y él las contempla feliz y disfruta sus aromas...
La vida no es tan complicada, tal vez,
si no empujamos en contra de la corriente que nos lleva. La
desesperación parte de no entender nada del mundo de las flores.
Ellas nos lo enseñan todo. Lo que hay que hacer y lo que no.
“La rosa florece sin ningún porqué”
Sólo florece, y no hay nada en el
universo que lo pueda impedir.
¿Bailas conmigo?
¿Bailas conmigo?
Cambiemos las reglas de todo...