"Si quieres entender el universo o tu propio universo personal, si deseas saber cómo funciona, quédate en silencio y enfréntate a tus miedos a solas en una habitación, adéntrate en las profundidades de tu propia mente.
El espacio entre las notas crea la música. Sin ese vacío, ese silencio intermedio, no hay música, solo ruido. Tú también eres un espacio vacío y silencioso en tu centro, que está rodeado de forma. Para atravesar la forma y descubrir la naturaleza creativa que yace en el centro, has de dedicar un tiempo cada día a estar en silencio, a entrar en ese espacio extático que hay entre los pensamientos."
"La sabiduría de todos los tiempos: cómo acceder a las verdades eternas...", Wayne W. Dyer
Hoy me levanté con el mundo del revés. Cuando miré hacia
abajo, unos pechos enormes y ostentosos me estaban esperando. Fui al espejo a
mirarlos y vi una notable ausencia entre mis piernas. El pelo largo caía sobre
mis hombros y recordé que era votante del PP. El susto, monumental, hizo que
soltará un grito. El sonido, demasiado agudo para mi tono habitual de voz,
no hizo más que acentuar el histerismo general de la situación.
Busqué algo que ponerme alborotado. Faldas y más faldas, ni
un sólo pantalón. "¡La madre que me parió!", proferí indignado; pero
de nuevo el tono de pito de mi voz hizo que callara con espanto. ¿Y estos putos
zapatos de tacón? ¿Quién va a poder caminar subido a esos zancos?... La
situación se volvió desesperada cuanto, tras ponerme la blusa, vi en el espejo
cómo se me marcaban los pezones de forma desaforada. Revolución en los cajones
hasta encontrar un sostén. ¿Talla 100? Demonios. Me lo pongo. Qué incordio y qué
coñazo. ¡Ya sólo me faltaba tenerme que poner refajo! Pero echo un vistazo a mi
culo y no: ahí está, redondo y compacto. Joder qué culo y qué cintura. Me quedo
ahí, cinco minutos, mirando sin poder pestañear...
Salgo trastabillando por el pasillo, pero de nuevo el
maldito espejo me devuelve la imagen de una mujer con pelos de loca. Vuelta al servicio
en busca de una goma para poderlos recoger. Joder, ¿cómo coño se pone en orden este
desaguisado? Tras media hora de frustrados intentos, buscando la manera de que quede bien,
consigo formar lo que parece una coleta sin demasiados pelos espantados. Una
uña ha quedado inutilizada por el camino, pero es tiempo de partir. Me esperan
en el trabajo. Ni rímel ni pintalabios. ¡Que les den! Cojo el bolso por inercia
y salgo corriendo.
Seis torceduras de tobillo después estoy en la parada de
autobús. Veo un abuelo mirándome el culo. Hago como si nada. Miro el reloj: las
8:25. Apenas tengo cinco minutos para llegar. Recuerdo que trabajo en un banco
y que esta tarde tengo cita con la esteticién para hacerme la manicura, las
ingles y todo lo demás... ¿¿Por qué habré quedado para hacer semejantes cosas??
¡¡¡Coño nooooo!!! Acabo de recordar que tengo novio formal y es votante de Ciudadanos (Aaaaagggghhhhhhh!!!). Anoche me llamó y me dijo que hoy me
llevaría a cenar al mejor restaurante de la ciudad, ya que tenía algo muy
importante que preguntarme. Ya lo veo, engominado a lo pijo-de-luxe,
arrodillado mientras me lanza la pregunta con un anillo en la mano. ¡Con estos
tacones no podré salir corriendo y todos se quedarán mirando mientras
tartamudeo el "sí quiero"! Horror ¡después igual quiere follar para
redondear la faena! Joder, por eso pedí cita. No, no, ¡noooooo! Tengo que
encontrar una salida para esta pesadilla.
Llego al banco sin aliento. Andrés, el director, me lanza un
guiño insinuante mientras recorre mi cuerpo haciendo una parada especial en mis
tetas. "Le meto una hostia que lo enderezo", pienso, pero trato de
disimular y pongo la cara más amable que puedo mientras me contoneo desesperado
por el pasillo en busca de mi sitio. Todos los varones de la sala giran sus
cabezas 180 grados como lechuzas. "Con este culo, esta falda asfixiante
y este calzado ¿qué demonios puedo hacer para evitar que se vuelvan todos
gilipollas?", medito, mientras me juro ir a comprar el modelo más ancho
que pueda para evitar semejante efecto. Y en esas estoy, dejando el bolso
encima del asiento, cuando me entra la mala hostia: "¿¿¿Y por qué voy a
tener que parecer una monja para que me dejen todos en paz???". Acto
seguido tiro distraídamente un bolígrafo al suelo y me agacho con lentitud
asegurándome de que todos vean mi culo perfecto en todo su esplendor, con la esperanza
de que a más de uno le dé tortícolis y un buen tirón muscular. Me levanto,
miro hacia atrás, y ahí están todos como pánfilos con cara de aparición
mariana. Sólo Pedro ha conseguido disimular. Parece que es el tímido de la
oficina. ¿Empiezo a pensar que me cae mejor que los demás?
Tras horas haciendo llamadas y recibiendo clientes mientras
intento "encasquetarles" el último fondo de inversión de renta variable "garantizado" con el que el banco se queda una módica comisión del 5%, que por
supuesto no aparece más que en letra pequeña en el último rincón del contrato,
estoy agotado. Ante mi asombro he asistido al efecto que tiene poner morritos
de forma coqueta a un varón. Y eso que no llevaba carmín. Los hombres somos
gilipollas, certifico; pero esto habrá que aprovecharlo. Tomo nota mental
sobre el asunto del pintalabios y me sorprendo a mí mismo pensando qué color
quedará mejor en mis labios. "Estás fatal. Tío, espabila o le acabarás
pillando el gusto a esto..."
Cita en la esteticién. ¿Qué sádico peligroso inventó semejante
tortura? Llego y me da dos besos. Recuerdo que vengo bastante a menudo. Soy una
pija estilosa, es lo que tiene. Me pone música new age y me pide que me relaje.
Y ahí estoy, todo despatarrado, dejando que hurgue en mis rincones... No puedo
evitar pensar que Ana la esteticién está bastante buena. Buahh, me estoy
poniendo cachondo. Afortunadamente sin pene la cosa no es tan obvia y lo podré
disimular. Tengo los pezones como pitones apuntando al firmamento. Trago
saliva, pero, de repente, ya no va a hacer falta tanto disimulo: "¡¡¡¡¡AAAAAAYYYYYYYYYYYY!!!!!!!¡¡¡¡Me
cagüen tu puta madre!!!!". El improperio me ha salido del alma y ahora,
muerto de la vergüenza, pido mil disculpas. Ana, la esteticién buenorra, me mira como si me hubiera chutado algo.
"Pero Laura (¿¿¿¿me llamo Laura????) ¿qué te pasa? Nunca habías gritado
tanto. Si tú eres una valiente...". Y yo me pregunto cómo diablos se puede
ser valiente con un dolor tan atroz asestado para conseguir una cosa tan tonta.
Y entonces vuelvo a caer en la cuenta de para qué estoy haciendo esto... ¡Noche
de sexo! Más vale que se contenga el "ciudadano" engominado. Como saque el pito se lo meto por el culo...
Llega la noche y he decidido que ni "jarto de
vino" voy yo a esa cita en el restaurante. Cojo el teléfono y llamo a
Miguel (que así se llama el "ciudadano"):
YO: Hola cariño, ¿cómo estás? Perdona que te llame a estas
horas, pero es que no voy a poder ir. Creo que me he puesto mala. He tenido un
día de perros. No paro de toser y me duele mucho la cabeza... (toses varias
para ambientar, y un par de suspiros). Mira que me sabe mal no poder ir, con
todas las molestias que te has tomado...
MIGUEL (novio engominado): Ohhh, ¡¡¡¡pobrecita mía!!!! No te
preocupes por nada, ya lo haremos otro día. Me paso un momento por el chino
(¿chino? ¡qué tío tan cutre para ser votante de Ciudadanos, ¿no se podía
estirar un poco más?) y en un pis-pas estoy ahí y me quedo toda la noche para
cuidarte, que ya sabes que se me da muy muy bien... mmmmmmmm.... (¡Dios! ¡Buaaajjjj!)
YO: No cariño, de verdad que te lo agradezco, pero no. Además,
me ha venido la regla y... bueno...
MIGUEL ("ciudadano" venido a menos, que invita a comida china):
Oh, pobrecita mía, ¡estás malita! Te ha venido la regla además. Pobre... Yo te
cuidaré. Ya sabes que a mí me dan igual esas cosas...
YO: ("¡Joder qué asco!") No insistas cariño, hoy
estoy muy cansada. Pero no te preocupes que te lo compensaré...
(Se hace el silencio al otro lado de la línea telefónica)
MIGUEL (novio con priapismo en ciernes, tragando saliva): ¿que
me lo... compensarás? Quieres decir cariño que...
YO (Oscar al mejor actor... ¿o actriz? de reparto): Sí, sí, cielo; eso mismo quiero decir. Si hoy descanso
bien mañana estaré como una rosa y... bueno, ya sabes...
MIGUEL (novio a modo de burro expectante, con una buena
zanahoria frente a su hocico): ¡No se hable más! Descansa, descansa cariño...
Mañana ya te llamaré.
YO: ¡Un beso!
Cuelgo sin dar lugar a ninguna réplica más. Siento el sudor
en mi frente. De buena me he librado. Me quito la ropa y permanezco mirando
largamente mi cuerpo desnudo frente al espejo... ¡Vaya telar!
Cuando puedo apartar los ojos me pongo el pijama y me voy a
dormir. No puedo evitar pensar en lo que acabo de ver, y en Ana la esteticién,
haciendo su labor entre mis muslos... Quedo pensativo. ¿Cómo demonios será...
un orgasmo femenino?
Me pongo manos a la obra concienzudamente y, para mi
sorpresa, el flujo y reflujo, los espasmos que me recorren, su duración...
bufffff... ¡¡Chaaaaval!! Quién lo habría dicho. De tanto trajinar, agotado, me quedo dormido.
De repente suena el despertador. Son las 7:30 de la mañana.
Asustado, me toco entre las piernas. ¡¡¡Guaaaaaaaaa!!! ¡Ahí está! ¡¡¡Ha
regresado!!!! De un salto me pongo en pie, encima de la cama. ¡Compañero de
fatigas! ¡Dichosos los ojos que te ven!
De buen humor preparo el desayuno, mientras repaso los
acontecimientos de ayer y me doy cuenta de que me siento un poco raro. Ahí está
el emblema de la CNT. No he votado en la vida al PP ni me voy a tener que hacer
las ingles brasileñas. Tampoco trabajo en un banco, ni creo que hoy me miren el
culo al pasar con descaro. ¿Fue un sueño o fue real? En cualquier caso, creo
que ya no podré ver a ningún engominado sin salir corriendo, ni tener un
orgasmo sin echar cosas de menos. Hay sucesos que marcan, ¿verdad?
Qué cosa más extraña es esto de la "hombría". ¿Es algo que se lleva entre las piernas o también lo puede tener una mujer? En cuyo caso, opino, habría que cambiarle el nombre. No lo digáis por ahí o, con los tiempos que corren, acabaremos hablando de "hembría". Os lo digo yo.
A veces necesito parar el tiempo, soltarlo todo y olvidarme de mí. Entrar en ese "espacio" vacío donde se refleja todo; el acantilado donde rompen todas las olas que entran por los sentidos, todos los pensamientos que provienen de mi pequeño y asustadizo "yo". Dejar que todo ocurra, sin más.
El zumo de manzana de Thanh Thuy
Hoy han venido tres niños, dos niñas y un niño pequeño del pueblo, para jugar con Thanh Thuy. Los cuatro corrieron hacia la colina que está detrás de nuestra casa; estuvieron fuera casi una hora. Cuando volvieron para pedir algo de beber, cogí la última botella de zumo de manzana casero y les di un vaso entero a cada uno, sirviendo a Thuy el último. Puesto que su zumo era del fondo de la botella tenía algo de pulpa. Cuando ella se dio cuenta de la pulpa, puso mala cara y no quiso bebérselo. Así pues, los cuatro volvieron a sus juegos en la colina, y Thuy no bebió nada.
Media hora más tarde, cuando estaba meditando en mi habitación, oí que me llamaba. Thuy quería servirse un vaso de agua fría, pero ni tan siquiera de puntillas lograba llegar al grifo. Le recordé que todavía tenía el vaso de zumo sobre la mesa y le pedí que se lo bebiera primero. Fijándose en el vaso vio que la pulpa se había posado en el fondo y el zumo tenía un aspecto claro y delicioso. Se dirigió a la mesa y cogió el vaso con las dos manos. Después de haberse bebido casi medio vaso lo dejó en la mesa y preguntó: "Tío monje, -una expresión habitual en los niños vietnamitas cuando se dirigen a un monje mayor- ¿es éste otro vaso?". "No", le respondí. "Es el mismo de antes. Ha reposado un rato, tranquilamente, y ahora lo ves claro y delicioso". Thuy miro de nuevo el vaso. "De verdad que está muy bueno. ¿Es que ha meditado como tú, tío monje?". Me reí y le acaricié la cabeza. "Digamos que cuando me siento a meditar estoy imitando al zumo de manzana. Esto es algo que se acerca mucho a la verdad".
Cuando Thuy se va a dormir cada noche, me siento a meditar. Le dejo que duerma en la misma habitación, cerca de donde medito. Hemos acordado que mientras estoy sentado meditando, ella se acostará sin hablar. En esta atmósfera apacible el descanso llega con facilidad, y normalmente se duerme en diez o quince minutos. Cuando acabo de meditar, la cubro con la manta.
Y tiró de la cadena del retrete de su propia intrahistoria
personal. Años, siglos, ya no significaban nada, pensaba. Pobre iluso. ¿Acaso
se creía compuesto de otra cosa que retazos de tiempo, de miradas, besos,
caricias y reproches? Pero son viento, ¿no?, razonaba. Nada importante al
final... Atrapado en una sola cara de la moneda se obligaba a creer que sólo lo
eterno tenía sentido. No quería acordarse de la luz que desprenden los momentos.
Justo cuando suceden, ya han pasado. Pero... esa luz y su nostalgia...
Déjate de tonterías chaval. Monta, cabalga el momento de
nuevo, hasta el ocaso. No te detengas, pero no rechaces el dolor; sólo así podrás
acceder otra vez al brillo de la luna reflejada en el estanque, en la eterna
noche incomprensible que acontece justo en este huidizo momento. No olvides
nunca el brutal asombro que desprende la vulnerabilidad de aceptar que no eres
nada, pero lo eres todo, cuando, soltando, el poderoso torrente que te lleva te
atraviesa sin resistencia. Esa vida desbocada que se desborda...
Cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa,
más grande es el amor..."
Paracelso
"Hablar del amor no es "predicar", por la sencilla razón de que significa hablar de la necesidad fundamental y real de todo ser humano. Que esa necesidad haya sido oscurecida no significa que no exista. Analizar la naturaleza del amor es descubrir su ausencia general en el presente y criticar las condiciones sociales responsables de esa ausencia. Tener fe en la posibilidad del amor como fenómeno social y no sólo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre."
"Érase una vez un hombre que se hallaba de pie sobre
una alta colina. Tres viajeros que pasaban a cierta distancia de allí, lo
vieron y discutieron a propósito de él. Uno afirmó: "Debe de haber perdido
su animal favorito". Otro dijo: "No, debe de estar buscando a su
amigo". Dijo el tercero: "Está allí arriba solamente para disfrutar
del aire fresco". No pudieron los tres viajeros ponerse de acuerdo y
continuaron discutiendo hasta el momento en que llegaron a lo alto de la
colina. Uno le preguntó: "¡Oh! amigo que estáis de pie en esta colina, ¿no
habéis perdido vuestro animal favorito?". "No señor, no lo he
perdido". Otro le preguntó: "No habéis perdido a vuestro
amigo?". "No señor, tampoco he perdido a mi amigo". El tercer
viajero preguntó: "¿No estáis aquí para disfrutar del aire fresco?".
"No señor". "Entonces, ¿por qué estáis aquí, si contestáis
negativamente a todas nuestras preguntas?". El hombre de la colina
respondió: "Sencillamente, estoy aquí".
Al leer esto, en general el hombre común acaso piense que
"estar aquí simplemente" no tiene sentido alguno. "Este hombre
de la colina es idiota -dirá-, puesto que no hace nada". (Es decir, puesto que no busca ninguna afirmación
egotista. Se recuerda aquella irónica frase de Rimbaud: "La acción, ¡ese
querido punto del mundo!")
El hombre cumple el "existir", pero sólo -según
cree- porque el "existir" es una condición necesaria del
"vivir"; come, descansa, pero únicamente porque sin eso no podría
afirmarse egotistamente, en cuanto distinto; no realiza los actos triviales,
comunes a todos, más que para hacer algo que nadie más que él podría hacer;
"existe" para "vivir". De este modo, como basa el
"existir" en el "vivir", el hombre actúa en contra del
orden real de las cosas, puesto que funda lo real en lo ilusorio. Por eso, el
equilibrio del hombre común egotista es siempre inestable: este hombre es
comparable a una pirámide que descansa sobre su punta.
Si el hombre aceptase la realidad relativa de la existencia,
se sentiría idéntico al Principio de donde emana. Pero el hombre egotista no
acepta la realidad relativa de la existencia; su mente, despreciando y
rechazando la existencia, se lanza hacia la afirmación ilusoria egotista del
"actuar" en cuanto distinto, representando, en relación con este
espejismo que emana de él, el papel usurpado, pero lisonjero, de Principio;
busca así la paz interior de una manera que la torna imposible. Para encontrar
la paz interior, el hombre debe volver a considerarlo todo, darse cuenta de la
nulidad de todas sus "opiniones", de todos sus juicios de valor,
desligarse así enteramente de la fascinación centrífuga de la afirmación
egotista, darse cuenta de la nulidad del "vivir" egotista y de la
realidad del "existir" universal. Renunciando a todo falso cielo,
volverá a la tierra, "existirá" conscientemente, "estará en el
mundo" (Rimbaud: "Nosotros no estaremos en el mundo"), y su
reconciliación con el ex le permitirá
gozar del stare. Él es la fuente
principial cuando acepta no ser a través de su organismo, más que un fenómeno,
una emanación pasajera de esta fuente, emanación sin ningún interés especial y
cuyo "destino" individual carece de toda importancia.
"La doctrina suprema", Hubert Benoit
"No busquéis la verdad; dejad solamente de abrigar opiniones"