Tenía un blog con una puerta
entreabierta por la que se colaba la luz. La puerta entreabierta
sugería una promesa incumplida; la luz, la certeza de que se podía
cumplir. En el título se podía leer “deseo”, junto con “anatomía
del”. También “tortuoso camino” y “plenitud”. Y después
aquella cita de La Divina Comedia:
En la mitad del camino de la vida, en una selva oscura
me encontraba, porque mi ruta se había extraviado...
En el lateral una cita de Whitman.
Hojas de Hierba, otra vez. Un aviso a un navegante no conocido
proclamando que tenía secretos, y que “a ti te los contaré...” Una perfecta radiografía interior de
un momento de vida, a modo de desnudo en la portada.
Momentos...
Tengo una relación extraña con el
tiempo. No lo entiendo. Hace más de veinte años escribía una
especie de diario. En él intentaba fijar el tiempo y la esencia de
las cosas. Recuerdo todas las letras teñidas por una especie de
bruma triste. El paso de todo me resultaba horrible, insoportable. Me
quedaba mirando los árboles, las personas, intentando encontrar su
esencia, atraparla. Aquel intento siempre me dejaba exhausto, con un
regusto amargo en el paladar...
...Y entonces se me cayeron las manos. No
había nada que atrapar. Los árboles, las personas, tan etéreas
como los dibujos de Seurat.
Todo está bien tal y como es. Pero sigo
sin entender el tiempo, lo más precioso que tenemos. Ese presente
que no se puede ni nombrar, porque ya ha pasado. Tan intenso y a la
vez tan nada... Y tú, y yo, y todos nosotros, que somos tan nada
también, y tan todo. Nada originales -por idénticos- y, al mismo
tiempo, distintos, caducos e indestructibles, como esta nada infinita
que se transforma en cosas concretas que aparecen y desaparecen sin
cesar, en el río de la existencia.
Y sí, tengo un secreto; pero mentí,
no lo puedo contar...
A veces la vida adquiere tal intensidad
en este instante que me evapora y no queda ningún yo que observe, ni
ninguna realidad que se pueda observar. Sólo una nube atravesando el
cielo en este momento, o una hormiga sobre el pavimento siguiendo su
propio plan. A veces una mirada devuelta. A veces un rayo de luz que
atraviesa las cortinas y realiza dibujos en el sofá... Y siempre ese
“no sé qué” que nunca falta, que no soy yo, pero que me
conforma, como nos conforma a todos. Evanescentes, efervescentes,
mutantes, amplios, pequeños. Todo ocurre siempre en el mismo momento, en el mismo
no-lugar.
“Tu ir y venir, no tienen lugar más
que Aquí”. Y aquí, hoy, ahora, soy simple anhelo de esa luz que
atraviesa la puerta entreabierta de nuevo, otra vez... El deseo y la luz. La puerta entreabierta y el tortuoso camino hacia la plenitud.
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