Las matemáticas. ¡Qué herramienta formidable al servicio del
hombre para transformar el mundo según su voluntad! Hasta aquí, ningún
problema. El problema viene cuando confundimos la representación con la
realidad misma que intenta explicar; cuando pensamos que las matemáticas, o los
paradigmas de turno, son la realidad en sí, y no simples herramientas al
servicio de la misma. Pero nos gustan tanto nuestros juguetes -y tan útiles los
consideramos- que los convertimos en finalidad, dogma y religión en el peor
sentido del término. Olvidamos que el ojo no puede verse a sí mismo, y que la
razón jamás podrá penetrar el interior del ámbito del Ser de todo cuanto existe.
Cubrimos y suplantamos la realidad con los velos del intelecto y lo complicamos
todo hasta límites insospechados, generando separación, lucha y división
interna. "Ceguera maligna" se denomina en el mundo del Zen a ese
no-ver apuntalado por teorías. Si a estas dos manzanas de aquí les sumamos
otras dos, tenemos cuatro manzanas. Es verdad y es muy útil tener este
conocimiento, pero ¿qué nos dice eso de la esencia de las manzanas? ¿Existe
-tal vez- otra posible respuesta a toda pregunta sobre las manzanas?¿"Cuántas
manzanas tenemos aquí"?
Tomo la primera manzana y le doy un bocado: ¡Ñam! ¡Qué buena
está!...
Una "respuesta" total. Al mismo tiempo ya sólo nos
quedan tres manzanas. No hay ningún problema. La realidad no ha sido
sustituida, tengo su sabor en mi boca y a efectos prácticos sé que todavía me
quedan tres sabrosas manzanas. Aunque "tres" no me informa en
absoluto sobre el ser de las manzanas, que jamás se podrá abarcar. ¡Afirmo
que ni siquiera "manzana" dice nada real! El tonto se queda mirando
el dedo que señala la luna y se pierde su luz.
Mmmmm... ¡qué bien sabe!
"Manzana" es sólo una alusión y una herramienta útil
para que me entiendas. Eso son las palabras, sin más; lo cual no resta en nada
su brillo ni su belleza.
Que vea quien tenga ojos para ver, sabiendo que ese ojo
("esa Luz", diría otro) nunca falta en el alma (ni se distingue de
ella).
La suplantación de identidad verdadera (del ser íntimo de todo
cuanto existe) a la que hemos sometido la realidad, ha dado lugar a
verdaderos monstruos, que en muchas ocasiones acaban transformándola según
sus ignorantes fines (ignorantes en el sentido de que nada tienen que ver con verdaderas
necesidades, dado que parten del desconocimiento de la naturaleza profunda que
subyace bajo ellos). He aquí el callejón sin salida en el que nos hemos metido.
Falsa identidad, suplantación del verdadero ser. Creo que,
como seres vivos y como sociedad, estamos llamados a revertir el proceso y
regresar al olvidado hogar del que nunca salimos; a escuchar y tomar en serio
la llamada de la perenne insatisfacción de fondo que no nos abandona y que,
lejos de ser tragedia (el sufrimiento nunca es gratuito), es combustible para traernos de vuelta al jardín del Edén después
de habernos comido la manzana. "Bien" y "mal" son sólo una
cara de la moneda. En la cruz de la misma existe un más-allá-de-las-categorías. El Ser de cuanto existe lo alberga todo.
Así que...
¿Quién eres tú que lees estas líneas, más allá de lo que
puedas decir o pensar de ti? ¿Tienes alguna respuesta que transcienda las
palabras, o no sabes nada de tu identidad verdadera? ¿Dejaste que otras personas o teorías te definieran?
Hay personas que lo expresan mucho mejor que yo. Aquí tengo
una muestra:
"La hoja está sobre la mesa de un café, y mi cuerpo
descansa en una silla. Objetos. En el café hay otras personas. Veo sus cuerpos
y sus ropas. Observo también sus miradas y oigo sus conversaciones. Una de esas
personas se dirige a mí, e intercambiamos unas palabras. Es otro, como yo, que
habla conmigo, ¿son, somos, también objetos? Por supuesto que lo son nuestros
cuerpos, pero ¿y qué hay de esta luz nuestra de ser, que capta los objetos y les da sentido?
La cultura occidental arrastra una dificultad muy seria en orden a tratar con lo
único de lo que tenemos certeza absoluta: el fondo del ser de uno mismo, la
consciencia propia, y por ende la ajena. Preveo una objeción: ¡pero si tenemos
el cogito! "Pienso luego
existo" es una constatación experiencial con casi cuatro siglos de
antigüedad. Pero a la formulación cartesiana le sobra el "pienso".
Existo (soy), incluso sin pensar, es más verdadero. El intelectualismo del
filósofo francés, que le hizo decir "cogito" a la hora de verbalizar
su meditación, y llamar "res cogitans" a la interioridad, o lo que es
lo mismo al alma del hombre ("único animal pensante"), le impidió
percibir lo esencial, que se halla detrás del pensamiento. Y del dolor. Y del
goce. Y de la pasión. Y del miedo. Y del ensueño. Y de toda vivencia. Ser, sin
más. Pura consciencia, que ni siquiera precisa de objeto focal alguno.
Simplemente: la luz de(l) ser.
La confusión entre consciencia y pensamiento tiene en
Occidente raíces antiquísimas, y ahí reside una diferencia fundamental entre
las tradiciones filosóficas de Europa y las de la India. Suele hacerse remontar
a Parménides. Descartes no hizo más que contribuir -eso sí, poderosamente- a
reforzar y extender una idea ya muy vieja, con un pilar en el Antiguo
Testamento y otro en la Grecia clásica: que el alma/espíritu y la razón son
inseparables, y que por eso mismo son patrimonio del hombre y nada más que de él.
Esta idea, que tiene su origen, a mi modo de ver, en un grave déficit
introspectivo (¡Amén!), lastra nuestra civilización. Esta idea errónea,
quizá el más profundo error de Occidente, ha separado al hombre occidental
de la naturaleza, le ha impedido durante largo tiempo intercambiar afecto con
los animales y empujado a comportarse cruelmente con ellos, le ha dificultado
sobremanera la conexión fluida y sana con su cuerpo y su sexualidad, y ha
tenido mucho que ver con ese machismo que tanto está costando superar
Parece que la mayoría de los filósofos occidentales toman el
estado actual de su consciencia, cuando se hallan entregados a sus
cogitaciones, por la consciencia misma. Personalmente, encuentro sorprendente
que no se percaten de que cuando paran de pensar (¡porque es de suponer que
alguna vez lo harán!) siguen siendo. Es probable que ello tenga algo que ver
con la altísima valoración tradicionalmente asociada a la capacidad pensante.
Con la estrecha vinculación, en suma, entre las hipertrofias mental y egótica."
"La rebelión de la consciencia" José Luis San
Miguel de Pablos. Editorial Kairos, 2014.
José Luis es doctor en filosofía y geólogo. Profesor de la
Universidad de Mayores de la U.P. Comillas.
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