Y tiró de la cadena del retrete de su propia intrahistoria
personal. Años, siglos, ya no significaban nada, pensaba. Pobre iluso. ¿Acaso
se creía compuesto de otra cosa que retazos de tiempo, de miradas, besos,
caricias y reproches? Pero son viento, ¿no?, razonaba. Nada importante al
final... Atrapado en una sola cara de la moneda se obligaba a creer que sólo lo
eterno tenía sentido. No quería acordarse de la luz que desprenden los momentos.
Justo cuando suceden, ya han pasado. Pero... esa luz y su nostalgia...
Déjate de tonterías chaval. Monta, cabalga el momento de
nuevo, hasta el ocaso. No te detengas, pero no rechaces el dolor; sólo así podrás
acceder otra vez al brillo de la luna reflejada en el estanque, en la eterna
noche incomprensible que acontece justo en este huidizo momento. No olvides
nunca el brutal asombro que desprende la vulnerabilidad de aceptar que no eres
nada, pero lo eres todo, cuando, soltando, el poderoso torrente que te lleva te
atraviesa sin resistencia. Esa vida desbocada que se desborda...
Bien, ¿qué toca ahora? Juguemos.
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