martes, 26 de junio de 2018

De curiosidad, selección y barreras







      Con el paso de los años, antes de leer un libro, me he vuelto muy selectivo. Siempre leo la primera página a ver qué impresión me da, si las letras del autor, o la autora, consiguen atraparme. He aprendido a velar mi interior de esta manera. Demasiada información, demasiados textos, demasiados libros escritos, pasados, presentes o futuros...

      Siempre he tenido una gran curiosidad por las letras ajenas. Cuando entro en una biblioteca y veo sus estanterías repletas, siento una especie de reverencia, como si me hallara en un lugar sagrado, en una especie de catedral que da acceso al interior de otras personas. Y es que nada aviva más mi curiosidad y avidez que los interiores ocultos. Pero he aprendido que no todos ellos me llenan, ni alimentan el mío. Cuando abro un libro espero que sus letras me atrapen con fuerza y me lleven a otro lugar, y me enseñen cosas nuevas, o perspectivas distintas desde donde conocer otras mentes, otros mundos o, simplemente, nuevas maneras de entender el mío.

      Hoy he leído lo siguiente: "La melodía me conmovió, como siempre. No. En realidad me turbó; me produjo una emoción mucho más violenta que de costumbre". A veces basta una sola frase que resuene en una frecuencia comprensible, que pueda reconocer...

      Creo que mi mente será tuya durante algún tiempo, señor Murakami. No leo muchas novelas, pero ésta tendrá acceso a mí; dejaré que viole mi desorden.

      Se suben las barreras. Bienvenido, Tokio Blues.













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