miércoles, 27 de junio de 2018

El beso



Y si te dijera cómo...







        Un narrador, con conocimiento de causa, lo habría contado del siguiente modo:



      Acaban de llamar a la puerta. No lo esperas, pero se trata de él. Fuiste tú quien le dijiste que estarías sola, mientras hablabas de otras cosas. Al abrir no puedes pronunciar palabra del asombro que te provoca su presencia y esta situación no programada. Sonríe mientras te mira, como si todo ello fuera lo más natural. "¿Me dejas pasar?", pregunta. Te acabas de poner nerviosa. "Claro, entra", balbuceas. Camina erguido al pasar delante de ti. Es bastante más alto que tú y va vestido de manera informal. Al llegar al salón extiende su mano hacia ti con un regalo. Se trata de un paquete pequeño con una flor adosada. ¿Un libro tal vez? Te tiemblan las manos mientras rompes el envoltorio. El título del libro es revelador. Surge espontánea en ti una exclamación, seguida de una risa delatora. Se acerca decidido. Coge el libro de tus manos y lo arroja al sofá. Acto seguido te sostiene firme por la cintura y te acerca más a su cuerpo. Hueles su aroma, que no identificas, pero te huele bien. También sientes el calor que emana. "Yo...", comienzas a decir, pero te pone un dedo en los labios y no te deja continuar. Baja la mirada y fija sus ojos en los tuyos, mucho más cerca. Después, con una caricia, te echa el pelo hacia atrás dejando descubierta tu oreja.  Colocándose muy cerca de ella -como quien va a contar un secreto- te susurra las siguientes palabras: "Ahora, si quieres, lo puedes pedir; lo prometido es deuda..." Te acabas de poner colorada al escucharlo y te paras a pensar un momento antes de hablar, cosa que finalmente haces: "Quiero que me des mi beso". Tu voz ha sonado imperiosa...

      Sientes cómo su mano acaba de cogerte la melena. Sientes tu barbilla elevarse cuando él te tira del pelo hacia atrás, y cómo tus labios se entreabren al quedar en esa postura. Cierras los ojos justo antes de notar el roce de sus labios en los tuyos. Desde la cintura notas su otra mano ascender hasta la altura del pecho; cómo lo toma en el mismo momento que su lengua entra en ti, mientras la tuya sale a su encuentro. Sientes su sabor en tu boca y cómo te gusta ese sabor, que provoca avidez; sus dientes morder tu labio superior y los tuyos responder -sin tú decidirlo- mordiendo sus labios... Sientes el corazón que se te va a salir por la boca, y cómo tu cuerpo hormiguea de placer mientras él te coge en brazos y te lleva a la cama...






      Una narradora omnisciente podría contar otras cosas no obvias a primera vista. Ahora, sólo falta tu versión. Concluye con los siguientes versos.



Podrás dominar todo lo que quieras de mí
pero tu condena será quedar encadenado
y tener celos de la mismísima sombra
que de mis pasos
no se despega.
Entonces, serás tú el conquistado
y no querrás
por nada del mundo
abandonar ese lugar que te corresponde
tanto como yo te correspondo a ti.



      En el espacio entre el principio y este final, existe un hueco que se puede rellenar. Iluminar las sombras y arrojar nuevos horizontes de luz, pueden ser tus tareas. Después, si lo deseas, puedes venir y recoger el beso que se guarda donde tú ya sabes. Displicencias y retardos no están permitidos en corazones desbocados, pero no te diré dónde posar la historia. La pelota en tu campo está, y acabo de secuestrar al árbitro. No hay reglas...















1 comentario:

  1. Me doy cuenta de algo...y que hay dos personas. Maravillosas. Que hablan de lo mismo...de conquistas y cadenas...da mucho miedo pq cada uno está en una punta del mundo.
    Me sonrió. Porque eso...no significa nada para quien algo quiere.
    Te mando otro beso...y te digo que seas feliz.

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