(Ella)
(Los dos)
Abre los ojos. Es el despertador quien la reclama. Otra
mañana igual que la anterior. La misma luz que atraviesa los cristales reflejada
en la pared, arrojando sombras, marcando los contornos de los objetos que se interponen en su camino. Las mismas
obligaciones que se acumulan haciendo montaña. Las mismas tostadas untadas con mantequilla y el mismo calendario pegado a la puerta de la nevera, que se burla de ella con desdén. La misma
canción sonando en la radio mientras acude a realizar las tareas de siempre. Y esas ganas de algo distinto que siente como una punzada en el vientre...
"¿Por qué
no me llevas a cualquier otra parte?"
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(Los dos)
Abre los ojos cuando suena el despertador. Se siente ligera. La sonrisa acude presta al recordar el día anterior. La luz vibra a través de los
cristales iluminando la escena. Los contornos de los objetos bailan cuando los contempla. Todo centellea. No hay montañas, ni obligaciones que se adhieran; sólo las caricias de sus manos y la cálida humedad de su lengua no se le desprenden. Ni el surco placentero que atraviesa su vientre al rememorar el camino que recorrieron en su interior... Ha tachado todos sus calendarios y escrito encima su nombre. Sale corriendo. En el coche suena la misma canción de cuando la luna los encontró tumbados, violando el espacio al encuentro de algo importante que creían haber olvidado ya...
Dejarse llevar por la corriente que rompe la inercia...
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